viernes, 26 de septiembre de 2014

El espacio interior

Si de algo debemos maravillarnos constantemente es de nuestro entorno, buscamos los espacios de la naturaleza, de los seres vivos, pero en ocasiones debemos contemplar nuestro propio espacio: El espacio interior. 
Siempre saltamos de un lugar a otro, de un estilo de vida a otro estilo de vida, cambiando así, sin darnos cuenta, nuestro propio nicho ecológico. Si ahora nos viera el hombre de las cavernas nos diría que somos semejantes a ellos, pero más aislados en nuestras cavernas artificiales. Nos dirían que somos los hombres de las cuatro paredes. 



Tras la búsqueda de nuestro propio espacio he decidido fotografiar nuestro entorno, buscando aquello que pueda tener belleza pero sobre todo significado en nuestro futuro. Los elementos que sin duda valoraremos tal como nuestro santepasados lo hicieron con otras objetos, las águilas, los caballos, el aullido de los lobos y coyotes, el sonido de las aves; ahora nos queda el zumbido de los ventiladores, el aroma de la gasolina, el goce del hielo en la época de calor, los ventanales obscuros y la luz artificial. 
¿Nos aislaremos totalmente? ¿Viviremos en casas tecnificadas imitando el estilo de vida que tendríamos en otro planeta? ¿El exterior será siempre el exterior?





Un mundo que se puede volver solitario en todo lugar que podamos llamar exterior. Queda la pregunta ¿Qué pasará en el futuro dentro de nosotros mismos?

La huelga del 78, Joel Correa

Gracias a mí el comedor del seguro social funciona para todas las personas. Por entonces, esos años, trabajaba ahí en el seguro social y me encargaba de supervisar a los trabajadores. Quien fuera por sus medicinas podía comer algo a cualquier hora sin tener que esperar tanto tiempo, en lugar de estar ahí sentadas disfrutaban de uno de sus derechos. Le dije al director en ese entonces “No quiero que los trabajadores coman delante de los enfermos, no quiero verlos comiendo tortas ni refrescos tampoco. Hace falta un comedor incluso para las personas de la sala de espera”. El director me miró con una sonrisa burlona y yo espere su respuesta sin miedo “Usted es nuevo en todo esto y no va a llegar a mandar, aquí se hace lo que yo diga”,  y me regaño como nunca, reprendiéndome también por otras mejoras que yo había propuesto, me dijo que yo no tenía nada que hacer más que obedecer siempre, que yo era otro trabajador más. Yo por dentro me reía, él no sabía que yo estaba grabando la conversación, debajo de mi manga tenía una grabadora. ¡Lo estaba grabando y no se daba cuenta de nada! Entonces me dije a mí mismo “Ya veremos quién gana”.
También hable con la trabajadora social y le dije “quiero que todos ustedes coman bien, un desayuno diario, todos juntos, me refiero a todos los trabajadores y la gente de la sala de espera”. Ella me dijo que no había problema que se podía hacer, que mi propuesta se podía poner en marcha. A pesar de mi diabetes yo iba y venía para ver que se le ofrecía a cada quien en ese entonces, tuve por suerte el aprecio de todos. Además que yo conocía a la trabajadora social, ahora la señora Carla, desde siempre, desde que ella era pequeña ¡Yo había sido el padrino de Carla! desde pequeña yo la abrazaba y visitaba a sus padres para conversar con ellos. Carla era entonces una niña pecosita y alegre que corría hacía mi cuando yo los visitaba, me decía padrinito que grande estas, y yo me sentía alagado al imaginarme viejo y aun abrazándola. Ya grande ella de edad me trataba con más distanciamiento pero siempre saludándome y escuchándome gracias al cariño que tuve hacía ella y sus padres, don Jorge y doña Clara.
Tres días después coloque frente al director del seguro todos los expedientes de los trabajadores sin medicamentos. Eran los expedientes que él bien conocía, eran los expedientes de los trabajadores sin medicamento. Era de compañeros que tenían meses sin medicina. Los expedientes cayeron por su peso golpeando el escritorio del director, él se sorprendió al sentirse atrapado y dio mil excusas. Que los medicamentos siempre llegaban con retrasos, que todo estaba controlado por computadora, que algunos llegaban tarde a la cita y había que reprogramar todo. Resalto mucho el asunto de la computadora y yo le dije “¿dónde está que el lado humano?”. Me dijo que lo pensaría, vería que hacer y no era tan delicado todo, que se podía resolver.
Después de entregar los expedientes me cito para hablar conmigo de manera privada. Me recibió como si fuera su gran amigo “Pase Don Sami, lo estaba esperando”, extendió sus manos y casi me abrazaba, yo me mostré cauteloso caminando lentamente, y con tanto alago  mejor me senté para escucharlo con atención. “Ya tenemos la medicina para los trabajadores, que se presenten mañana por la mañana”, lo dijo casi con sinceridad pero no le creí nada, así que le pedí un documento firmado con su declaración. Entonces se molestó y me dijo que sabía lo de la grabación “yo lo tengo grabado y puedo evidenciarlo en el sindicato” entonces el replicó “usted me cae muy bien que le parece si pasamos al asunto del comedor, y en cuanto a los expedientes que los trabajadores que se presenten poco a poco”. Sabía que trataba de chantajearme pero me mostré optimista y le dije con amabilidad “voy ahora mismo al sindicato para que se presenten los muchachos”.
Doña Tere del Sindicato Textil Revolución me pidió que la apoyara en todo lo referente a los expedientes, así que para darle solución a todo nos fuimos a la huelga. Se acordó esto para no dejarnos intimidar del director del seguro. Don Juan José era el esposo de Doña Tere. Don Juan, hace muchos años ya, quería ir a los Estados Unidos y viéndome que yo tenía rostro de viajero me pidió que lo llevara a la frontera. Yo no conocía más allá de mi pueblo pero por un amigo se hace todo lo que se puede. Fuimos Don Juan y yo hasta la frontera, llegamos a un desierto enorme, ahí cerca de Ciudad Juárez, no sabíamos dónde estábamos pero yo dirigido por el sol camine hacia el norte. El me seguía con miedo, en la frontera hay víboras, cadáveres y mucho sol. El calor pudimos aguantarlo y para otras cosas nos dimos valor, éramos finalmente hombres de campo. ¡Caminamos dos días! El agua ya no nos alcanzaba y fue cuando llego la suerte. Frente a nosotros había una ciudad mediana y con grandes rascacielos, la claridad permitía ver hermosas catedrales y calles estaban llenas de automóviles. Estábamos en los Estados Unidos. Lo deje cerca de la cuidad y le dije “hemos llegado aquí trabajarás muy bien, yo tengo que regresar”, él me pidió que me quedara a trabajar también, que era mejor seguir juntos “Me esperan en casa, vine por la gran amistad que tengo contigo”. Don Juan muy contento fue a la ciudad que estaba frente a nosotros, yo en cambio regresé por ese horrible desierto, tenía un litro de agua pero como era de noche regresé muy bien. Todo esto lo sabía Doña Tere y me tenía tanta estima que yo me sentía confiado en cuanto a la huelga, por el gran favor que le había hecho a su esposo podía confiar en ella.
Quince días estuvimos a la espera de los medicamentos, sin respuesta del seguro social ni de la fábrica. Los compañeros no teníamos dinero ni comida. Fue cuando empezó la parte más difícil para nosotros. Nos habían corrido del trabajo. 
Lo que no sabían en la fábrica es que gracias a mi entrenamiento militar yo era experto en cacería y pesca. Iba al cerro a cazar conejos diariamente y del río sacaba unos pescados enormes. Por ese entonces había mucho conejo en el cerro y yo no me daba abasto a su búsqueda. Visitaba mis compañeros para darles un conejito y un pescadito. Para mi quedaba siempre un pequeño conejo o una liebre. Diariamente daba un conejo a Doña Julieta, su esposo llamado Mauricio, que al ser muy pobre, salía a trabajar al campo mientras no tenía actividad en la fábrica. Ella me recibía con un fuerte abrazo, yo los salvaba de la pobreza. También visitaba a Carlos, a Esteban y a Juan, que vistos sin paga salían a trabajar en los establecimientos del pueblo. En la fábrica no esperaban que resistiéramos tanto tiempo, pero la comida en nuestros hogares no faltaba.
Tuvimos una junta con toda la gente del sindicato y el presidente municipal, por lo polémico de nuestro caso. Los principales puntos a tratar fueron el aumento de sueldo y el seguro social de los sindicalizados. Estaban en la reunión los principales ingenieros de la fábrica, doña Tere, dos de los socios y mis tres amigos Carlos, Esteban, Juan y Mauricio. El presidente municipal Don Transito ya estaba enterado de todo, él por su trabajo hacía años que no sabía de mí, pero en cuanto me vio dijo lo siguiente “yo meto las manos a la lumbre por este hombre”, todos se voltearon a verme y se quedaron sorprendidos. Entonces dijo uno de los socios “estamos para lo que usted diga señor presidente”. Lo que no sabían en la reunión era que yo conocía desde la juventud a Don Transito. Cuando yo tenía mis quince años de edad me atreví a presentarme a una linda mujer que pasaba por el jardín central. Vi sus ojos azules y parándome frente a ella le dije “Mi nombre es Don Sami”, y a ella le dio risa mi buen modo, me presente de forma educada, pero a la vez lo chistoso de mi nombre hizo que se riera. “Eres muy educado” me dijo, yo en cambio, en lugar de quedarme como tonto, quería continuar con una plática más amena, sus ojos eran hermosos y lo delgada que era la hacía ver muy linda. Me di cuenta que ella era de buena familia y yo era solo un hombre de clase media, y no pobre porque eso ofendería a mis padres que tanto trabajaban, más bien un poco por debajo de su condición. Quería continuar la plática cuando paso Transito mirando a todos lados, fue el momento para salir de esa situación, era en ese entonces uno de mis grandes amigos “Transito, debes conocer a…”, “Lucero”, ella lo miró con estima y se notó que al momento se enamoraron los dos. Yo me sentí triste por perder tan grata oportunidad pero Transito era mi amigo, y por la gran amistad que le tenía lo deje con ella.  Discretamente para alejarme caminé entre los árboles y arbustos del jardín. Tres años después Transito y Lucero celebrarían una gran boda en la Parroquia de la Luz. Por ello Don Transito me tenía en alta estima, la mujer más hermosa del pueblo fue su esposa gracias a ese momento. En fin, viendo todos que el presidente me tenía en estima y él explicando que conocía el caso del seguro social, y claro la forma en que yo traté el asunto sugería que era mejor buscar una solución. En lo referente al apoyo que en el pasado había dado a Transito no dijo nada, la discreción era parte de nuestra amistad. Se acordó que teníamos que ir al seguro social a presentarnos para acordar nuevas citas, y que nos iban a atender puntualmente. Y en lo referente a la huelga decidimos levantarla por las buenas propuestas que nos habían hecho a mí a mis compañeros.
Revisaron nuestro caso y llevaron a declarar a la reunión al ingeniero que nos había corrido del trabajo. Los socios de la empresa lo reprendieron duramente ya que no podían cesarnos de nuestras actividades mientras hubiera huelga. Entonces había sido ilegal que nos quitaran el empleo, y sabían los del sindicato lo grave de nuestra economía; claro, sin decir ni una palabra nosotros en lo referente a los ricos conejos que comimos esa temporada.
Decidieron que teniendo nosotros quince días sin sueldo, y por los años trabajados, podíamos pedir  nuestra jubilación. A todos nos faltaban de dos a tres años para cumplir con la empresa, así que lo pensamos bien y aceptamos la propuesta. Hubo compañeros que se lo tomaron a mal pero siempre supimos que teníamos que dejar todo en manos de la gente joven. Con doña Tere al frente tampoco les iba a faltar nada y lo del seguro ya estaba en un acuerdo. Primero tuve que firmar yo y así mis amigos pudieron mostrar confianza. La huelga se había levantado con un ligero aumento al sueldo, era poco pero la fábrica había visto que no estaba frente a gente débil, luchamos y hasta obtuvimos nuestra jubilación.  

La nueva trabajadora social se llama Norma, es hija de Carla, cada que voy por mi medicina me dice “¿Padrino Sami cómo está?” y yo le contesto ocultando mis achaques “¡Hija, visitándote con mucho gusto!”. Me abraza igual que como cuando era niña “Pase primero a platicar un rato padrino”. Me da mucho gusto ir porque me reciben con estima. Norma platica siempre un poco conmigo y también los trabajadores me buscan para pasar un rato junto a mí, saben que en esos años la huelga dio un poco para todos y no nos detuvimos.