—Si hay algo que
podemos hacer es cerrar las puertas, los duendes por las ventanas no pueden
entrar, requieren un permiso para hacerlo; y a todo esto ¿Para qué quieren
saberlo? —El elfo tomó su pipa de luz etérea y la colocó sobre su frente—. El
problema de saber es que cada vez queremos saber más. Ese fue el problema de
Ganon, él no podía detenerse frente a cada objeto mágico que encontraba a su
paso…
—Maestro
Turbi, ¿cuándo tendremos nuestra lanza mágica?
—¡Calma! No basta con
tener en posesión un objeto mágico, hay que saber usarlo, por eso Ganon quedó
confinado dentro de un contenedor trasparente de un ser humano.
—Los seres humanos
son horribles.
***
Ganon terminó sus
días dentro de un frasco con formol, su dueño era un viejo hojalatero que no
paraba de mirarlo cada mañana. En algunas ocasiones el hombre —llamado Julián—
se convencía que lo que había capturado era un conejo, luego una serpiente con
patas y otras un ave rastrera. Lo que resultaba más extraño eran sus enormes
ojos color violeta que observaban algo en el horizonte. El animal —o duende
como llegó a creer el final— ya estaba muerto y había algo raro en la forma en
que miraba, era como si se pudieran leer sus pensamientos... El hojalatero
sabía que ese ser aún estaba vivo.
***
—¡Deberías
ya tirar eso a la basura! Esa cosa debe ser un gato apachurrado, en el
documental de anoche mostraban como hacían los aliens. Los preparan quitándoles
el pelaje, luego en la piel les hacen cosas y los pintan de colores. Cuando un
chango nace deforme les hacen esas cosas y ahí lo tienes.
—Te digo que no, yo
lo agarré colocando un chip de computadora dentro del frasco, se metió dentro y
saltaba y saltaba, lo he pensado mucho y estoy seguro que debe ser un duende.
—¡Un duende! si eso
fuera te habrías muerto de un ataque al corazón.
Julián sostuvo con
orgullo su frasco con formol y prefirió llevarlo al fondo del sótano. Hermelinda,
su esposa no quería ver el supuesto duende por nada del mundo.
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario