martes, 5 de agosto de 2014

Los caminos de la realidad, por Joel Correa


Veo una calle solitaria y oscura, alguien que viaja lleno de esperanza en los vagones del tren, un estadio que se llenará el fin de semana, una avenida iluminada por un automóvil a alta velocidad y una mascota solitaria en un puente peatonal.

Respiro el monótono aroma de las pizzerías, el perfume de una mujer en el trasporte público, el cloro en los pisos de una central de autobuses y siento también el polvo en las canchas de baloncesto abandonadas en el periodo vacacional. 

Escucho las historias del pasado que narran un mundo lleno de naturaleza, los gritos de los niños en las escuelas primarias, las leyendas de las ciudades coloniales, las oraciones dominicales en la parroquia de la ciudad que cantan mujeres devotas y la postura cívica de las personas mayores ante lo que hacen los partidos políticos. 

Creo en un mundo lleno de sensaciones en los enormes toboganes de los balnearios, en la obediencia del motor del automóvil en medio de la gente, en los hoteles solitarios junto a la carretera y en las orgullosas jirafas de los zoológicos que aceptan comida de las personas.

Tengo los recuerdos de una conversación en una banca solitaria, la noticia que recibí en medio del tumulto de una fiesta, el triste final de una película que preferí no volver a ver, el de una taza solitaria en un café y lo qué pudo ser enturbiando mi mente constantemente.

Pienso en las personas que viajan en los aviones, en su posible mirada cansada y en su destino desconocido para muchos, pienso en los campesinos que conocen su tierra y añoran un hogar hermoso, en el destino cruel de las motocicletas en la chatarra y en las palomas mensajeras que aún se pueden ver cumpliendo una misión.

Y al final hay un camino en las miradas de las personas que piden limosna, en el aburrimiento de las cajeras en los bancos, en los jardines públicos con personas absortas en su celular, en las conversaciones de quienes salen del cine y en el qué hacer en el tráfico de la carretera después del atardecer.

Al final sólo queda la aceptación de la realidad misma. 

Agosto de 2014.

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