El operador de la
línea de emergencias no esperaba llamada alguna. Habían pasado los días
festivos y todo el mundo regresaba a su semana habitual de trabajo; después de
un mes de vacaciones de verano incluso los delitos comunes habían cesado. A pesar de todo, tenía que estar despierto;
el crimen siempre trabajaba. Sonó el
teléfono pasada de las tres de la madrugada.
-Disculpe, quiero
reportar algo- dijo una mujer.
-Sí, dígame, ¿en qué
puedo ayudarla?- contestó el operador.
-Me despertaron unos
gritos en la calle, al parecer es una mujer que asaltaban, o algo así.
-¿Usted vio algo?
-Escuché los gritos y
al salir no había nadie en la calle, abrí rápidamente la puerta pero no vi
ningún automóvil ni nadie fuera.
-¿Podría
proporcionarme el domicilio?
-Calle Independencia
con Guillermo Prieto.
-En un momento va la
patrulla.
-Gracias, buenas
noches.
-Que descanse, hasta
luego.
Comenzaba la tarea
que menos le gustaba, un secuestro o una violación. Y no dudó un instante en
enviar alguna patrulla por reporte de robo.
Después de algunos
minutos la policía no observó nada raro, incluso los policías motociclistas no
vieron a nadie en la calle. Ningún reporte de indigentes o borrachos cerca del
lugar.
Llamó una persona
más, cerca de las 3:10 a.m.
-Disculpe quiero
reportar a una mujer gritando en la calle.
-Si dígame que
sucedió. Buenas noches.
-Buenas noches. Se
escuchó muy claro como si se llevaran a una mujer secuestrada en la calle,
escuche tres gritos pero ningún automóvil, como si la llevaran corriendo.
-¿Vio algo, por la
ventana o la voz de alguien más?
-Nada, no escuche a
nadie, incluso no alcance a levantarme de la cama.
-Está bien enviaremos
una patrulla.
El operador ahora
informó sobre un posible secuestro, y estaba todo garantizado, los
motociclistas estaban en los extremos de la calle reportada y dos patrullas
rondaban cerca.
Después de una
meticulosa búsqueda no encontraron nada, incluso le reclamaron su error, pero
el operador aseguró que todo estaba en orden y eran reportes de vecinos con el
interrogatorio bien estructurado, que no se podía equivocar.
En ese momento, una
patrulla que estaba a unas calles reportó los gritos de una mujer que huía de
alguien, no la habían visto pero escucharon que entró en unos callejones. El
operador dio aviso a los demás, que ya se habían enterado por sus propios
radios, pero lo hizo con la finalidad de no encender las sirenas con el propósito
de no despertar a los vecinos.
Los policías entraron
a las confusas calles donde se escucharon los gritos, había varios callejones,
pero no encontraron a nadie al recorrer todo el lugar. Incluso preguntaron a
unos vecinos que despertaban a causa del ruido de los motores. Nadie había
escuchado nada.
Posteriormente justo
a las 3:25 a.m. llegó la siguiente llamada con la misma situación, una mujer
era atacada en un baldío cercano a los callejones. El operador maldijo entre
sí, no era bueno que alguien escapara,
menos cuando se tenía la libertad de mover a los policías a cualquier lugar.
Llego una nueva
llamada, justo cuando colgaba el teléfono. Era una mujer que decía estaban
maltratando a una mujer en la entrada del panteón municipal, que estaba justo
en medio de la colonia Guadalupe. Los reportes a las patrullas fueron
inmediatos pero no encontraron a nadie. Estaba la mitad de la policía de la
ciudad dando rondines en la colonia en ese momento, incluso podían verse unos a
otros en los extremos de las esquinas. Fue cuando un policía, que era
extremadamente supersticioso grito: ¡Es la Llorona!
Mientras sus
compañeros trataban de calmarlo, ya que no dejaba de gritar, escucharon el lejano grito de una mujer, un grito de sufrimiento, apenas audible
y que heló la sangre de todos.
El operador al tanto
de los rumores de los policías, sintió pánico. Quedó temblando de miedo y se
calló de la silla al escuchar el sonido de la siguiente llamada telefónica.
Ese día no hubo más
rondines policíacos en la colonia Guadalupe.
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